Es como si los suecos, habituados a la brusquedad de un clima que opone el invierno al verano, seis meses de noche contra seis meses de frío, se hubieran convertido maestros en el arte de concertarse con la naturaleza. Estocolmo es la única ciudad de Europa en la que el agua no está contaminada. Allí la ecología no es una política sino una manera de ser, una filosofía. Desde hace lustros, el verano reúne a los ciudadanos en las islas del archipiélago con el mismo barco a vapor del siglo XIX, y en esas casas de campo, sin electricidad ni agua corriente, se vive en simbiosis con el mar y el sol.