En una esquina de la calle Defensa, el edificio construido por el arquitecto Manuel Lavazza a fines del siglo XIX es un ejemplo de puro academicismo francés. Silvia Castillo creó allí un sitio lleno de luz y alegre nostalgia.
Silvia Castillo, abuela cancherísima de varios nie-tps adolescentes, cruza sus largas piernas mientras confiesa, con la voz profunda de una actriz de cine, cuál es son secreto para estar al día: no quedarse en casa trabajar con gente joven.
los quince años encontró su primer empleo en una tienda de la calle ! huida que hoy ya no existe. Mientras en el departamento de Empaque envolvía cajas con capas y capas de papel de seda. Silvia ya había aprendido una gran lección: hay que estar abierta a las nuevas ideas pero por sobre todas las cosas hay que haber aprendido al lado de una persona que sepa para que aquello que hagamos pueda estar bien hecho.
Silvia v su hermana Nora se criaron en casa de su ahucia, una casa llena de mujeres donde las horas de juego transcurrían cerca de Laura y Margarita, unas lías con manos de hada que cosían los más fantásticos vestidos de novia. “Ellas lo hacían lodo bien, muy bien. Era la época en que cuando dabas vuelta un vestido, el revés y el derecho eran iguales.